sábado, 25 de diciembre de 2010

Educación de un niño = Educación de un ciudadano

Hace poco escribí sobre el delicado equilibrio entre la compasión y la justicia. Veámoslo en un ejemplo.

Cuando usted detiene la acción de un niño a fin de -por ejemplo- que no sufra un accidente, usted a lo ha librado de un problema, ¿verdad? Pues sí, pero al mismo tiempo, usted ha hecho otra cosa, usted le ha evitado un aprendizaje. Si él hubiera tenido ese accidente, él hubiera aprendido una valiosa lección, que no olvidaría fácilmente. Por supuesto si el accidente implica un daño grave, usted debe evitarlo, pero si se trata de un daño menor y reparable completamente (como un corte menor o raspón, o quemadura leve), quizás era más valioso el aprendizaje.

La naturaleza, como buena madre, actúa así: nos protege de los daños graves y deja que suframos los menores. A veces ni siquiera nos protege de los graves. Y si tenemos una mente entrenada, aprendemos valiosas lecciones. Entonces también es valioso entrenar la mente con el concepto de aprendizaje a partir del error. De otro modo, la persona actúa infantilmente, buscando culpables afuera de sí y negando su propia responsabilidad, a veces echándole la culpa a la "mala suerte" o a un ser imaginario, tal como el "Dios" o santo que debió protegerlo. No es que sea ateo, pero ese concepto de Dios está equivocado...

Estamos delimitando las situaciones posibles del ejemplo, ¿hasta dónde proteger y cuándo dejar que "suceda lo que debe suceder"? La respuesta a esa pregunta implica el dominio del arte de ser padre, o gobernante.

Decía en el artículo antes vinculado que es mejor no abandonar los malos hábitos que tratar de solucionar sus consecuencias. Sigo opinando igual, pero claro, todo es por etapas: entrenar la mente en primer lugar a "aprender de los errores" y luego a "no cometerlos de nuevo", identificando esos "malos hábitos". La humanidad ha cometido gravísimos errores, y aparentemente hemos aprendido a identificarlos. El desafío ahora, a la par de seguir identificando los que aún no vemos, es fortalecer nuestro carácter para no volver a repetirlos, lo cual implica abandonar malos hábitos. En la ancestral tradición védica que yo sigo, se entiende que uno no puede abandonar "malos" hábitos (llamémosles "insalubres") sin reemplazarlos por nuevos hábitos, preferentemente "buenos" o "saludables".

En La Central del Sur propuse cuatro normas éticas básicas, que todos podemos aceptar. Pero no nos ayudan con temas más puntuales. Los principios de esas normas sí nos ayudarán, pero su aplicación práctica debe ser estudiada cuidadosamente y debe llegar a comprenderse correctamente el por qué y el para qué. En próximas entradas iremos avanzando sobre ello.

No hay comentarios: